El Rey de San Gregorio, película en competencia de Alonzo Gazitúa, es una interesante ópera prima chilena que arriesga desde un inicio en plantear un tema difícil, como lo es una relación sentimental entre dos personas con discapacidad mental, en un entorno popular, cotidiano y marginal en el mismo Chile que nos pintan como modelo económico a seguir. Uno de ellos es Pedro Vargas y la otra es Cati, quienes tienen que confrontar la incomprensión del resto para con sus sueños e ilusiones.
Pedro vive bajo el cuidado de su mamá, un ama de casa que labora en limpieza y lo apoya en todo lo que puede hasta que las cosas se ponen tensas, además es amigo de un anciano del barrio que lo ayuda en su romanticismo. Por su lado Cati, interpretada magistralmente por María José Parga, vive bajo el cuidado de su estricta hermana. Pedro y Cati participan junto a otros jóvenes discapacitados en un grupo de la parroquia del barrio, donde empiezan a ensayar la obra teatral “El mago de Oz”.
La historia empieza a desarrollarse conforme vamos conociendo la relación de Pedro y Cati con su entorno, y cuánto ésta va creciendo hasta el punto de mostrar ante los demás ese amor puro y sincero como cuando están reunidos en un parque cantando canciones. Justo en esa escena la pareja se aleja de los demás para irse al costado de un río, donde la naturaleza humana quiere hacerse presente producto del amor, un amor que tal vez sea muy difícil para muchos comprender y sobretodo difícil dejar que se consume.
Precisamente esa desaparición momentánea genera sospechas y suspicacias de que a la pareja la ronda “malas intenciones”, normales en el común de la gente, pero anormales en los discapacitados según la mayoría de la sociedad; produciendo que la madre de Pedro y la hermana de Cati, impidan que ellos se sigan viendo, hecho que traerá como consecuencia una desaparición que angustiará a toda la comunidad de San Gregorio, en especial al protagonista.
Así pues Gazitúa nos muestra el universo de una pareja de discapacitados, cómo ellos viven su amor, su sexualidad, sus miedos y frustraciones por no contar con el apoyo de sus familias. Aunque el guión hubiera podido dar para más, su narrativa es sencilla y si bien refleja actos propios de gente que se quiere, evita caer en sentimentalismos. Así también nos muestra, cuando los amigos de Pedro dejan la obra vestidos con sus trajes para buscar a Cati, un ejemplo de solidaridad, un valor que en muchos de nosotros que poseemos capacidades completas, se está perdiendo.
Aquí cabría preguntarnos, ¿Qué es lo que nos hace distintos de los discapacitados mentales? ¿Simplemente hablar bien, tener conocimientos y coordinación motora? ¿Dónde quedan los valores y el amor como características humanas? ¿Con qué autoridad moral podemos negarle a una pareja como la del film, quererse? ¿Acaso el amor no es un derecho de todos? Creemos que sí, y esta película nos lleva a reflexionar sobre aquello, cuando el amor es un derecho de todos.
ESCRITO POR EDUARDO RODRÍGUEZ
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