Es grata y liberadora la experiencia de este film. Desde el inicio todo se sostiene sobre el personaje de Francesca, y muy bien que lo hace Meryl Streep, con una interpretación fantástica. Casada, casi atada y semi-circunscrita al ámbito de su casa. Cada gesto nos la revela en una mayor dimensión. Para acabar quizás igual que antes pero con una llama ardiendo en el interior.
El film se desarrolla en paralelo: las acciones del presente, con los hijos de Francesca luego de su muerte que empiezan a develar ciertos detalles antiguos a partir de un diario íntimo escrito por ella. Esto decanta en una nueva forma de ver a la madre ahora como mujer. Y la vemos vivir su historia con Robert Kincaid, fotógrafo de la National Geographic.
Es liberador ver como Francesca se embarca desde el inicio en esta aventura, rompe una a una cada atadura. Un camino y un hombre se le presentan y pese a la duda decide embarcarse. Desde allí todo cambia. Clint Eastwood usa la figura del camino, del puente. Cambia ella a cada instante. Y siempre el camino, solitario.
El de Eastwood es un film de mucha calma, pero que igual desborda pasión desde el interior. Se apoya en el diálogo, pero no para presentarnos a los personajes, sino para que interactúen y a partir de allí los vayamos descubriendo. Kincaid, personaje principal, descubre y se descubre en esa mujer. Sin embargo saben, se internan en una aventura finita.
Todo se centra en ellos dos dejando de lado cualquier otro detalle. Así lo busca Eastwood, nos quiere concentrados en ambos, en cada discusión, halago, pelea, olvido, todo es importante en una relación así; hasta el más insignificante detalle. Entonces cada disturbio ayuda al conflicto, alejándolos más.
Vale la pena ver el film y sólo llegar hasta la memorable escena en que Robert Kincaid bajo una lluvia ardorosa se despide, y Francesca con la mano en la manija de la portezuela y apunto de abandonarlo todo renuncia definitivamente a él, viendo su camioneta doblar la esquina y desaparecer.
Pese a lo subjetivo del termino; indispensable.
Escrito por Daniel Anteparra.
Cuantos de nosotros no somos aquellos Marcelos y Alicias que se amaban por un simple hecho: el no depender del otro para vivir, construyendo un amor realmente libre y por ser libre, un amor fuerte al paso del tiempo, intenso e inmortal, ligado a la realidad que nos toca vivir y que influye en cada uno de los personajes, interpretados memorablemente por una Ariadna Gil que nos conmueve cuanto expresa que ya ni siquiera puede prender un fósforo, y un Gastón Pauls que nos alienta a putear cuando lo particular y lo general nos agobian toda una vida.
Sinceramente es valioso que la película reitere en contextualizar cada situación particular de la pareja dentro de una situación general ocurrida en la realidad que los envuelve. Eso da solidez a los personajes, pues todo hombre es en cierta manera producto de las circunstancias y al mismo tiempo las circunstancias son producto de los hombres. En fin, una historia muy humana, muy profunda y muy nuestra. Que vale la pena volver a ver.
Posteriormente Guzmán continúa su trabajo realizando otras películas como “En nombre de Dios”, “La memoria obstinada”, “El caso Pinochet” y algunas recientes como “Salvador Allende”. En la mayoría de estas realizaciones documentales se recoge las dos posiciones políticas, con la intención de mostrar el antagonismo de clases que permanece en Chile, y que trata de ser asolapado por los gobiernos de turno, sino recordemos las marchas a favor y en contra que provocó la muerte del delincuente y genocida de Pinochet.
Para Guzmán su compromiso está con la verdad y su pueblo, y es humilde al reconocer que su obra, “si bien es cierto parte de una pequeña investigación, es un sencillo aporte a la historia, ya que son los historiadores los que deben hacer las investigaciones más completas”. Así pues creemos que el trabajo de Patricio Guzmán, es válido para entender una parte de la historia en las luchas populares, analizar sucesos históricos y sacar lecciones que nos permitan encarar de mejor manera la realidad y la crisis del sistema capitalista que nos agobia actualmente.
Sin duda Guzmán es una muestra de un hombre comprometido consigo mismo y con su realidad, y un ejemplo de que el cine y la política tiene una estrecha relación, más aún cuando se trata el documental como una herramienta que ayude a una buena memoria obstinada, a encontrar la verdad para comprender el pasado, transformar el presente y construir un mejor porvenir.