Es este un pequeño espacio en el cual la información, de ningún tipo perece ni caduca. Y así, como cuando se relee un libro o se oye nuevamente una canción, desterramos la tan minada expresión “esa película ya la vi.”. Por que, aunque la frase contenga algo de verdad, contendrá mucho más de mentira. Jamás veremos una buena película lo necesario como para andar por cada resquicio como quien anda por su casa, jamás descubriremos todo de un film; y eso es lo bueno de las artes en general.
Y eso es lo que me motiva a escribir en esta trinchera que el cine nos ha provisto, y eso es lo que me motiva a instarlos en esta aventura de cine, “PARA VOLVERLA A VER”…descubrir.
LOS CUATROCIENTOS GOLPES – FRANCOIS TRUFFAUT
1959. Se da cuerpo, en este pequeño y sensible paseo por Paris, lo que a la postre será una de las más intensas y prolíficas corrientes cinematográficas: la nueva ola. (*)
Truffaut escribe en cine y desde ya nos envuelves en esta acaparadora imagen de un Paris que sobrecoge, y que a la vez agobia. Sus calles pasan ante nosotros dejando ver la torre Eiffel casi como un vigilante silente y omnipresente, como si no hubiese escondite disponible en ninguna calle o vericueto de Paris, para nadie; tampoco por supuesto para Antoine Doinel. Y desde el inicio asistimos su destino, marcado siempre por el sufrimiento, casi inmediato. En la primera escena en la escuela ya es enviado a la esquina, desde donde, castigado, deja escapar su voz a través de tinta en la pared. Es él la gran víctima.
El director necesitaba dejar el alma dentro del film. El sello y el estilo estarían así palpables para que cada quien lo tocase y se empapase de él. La Nouvelle Vague, nace como búsqueda narrativa, intelectual y creativa. Otra forma de hablar de lo cotidiano, pero desde un ámbito personal, como una huella que ningún otro podría jamás tener. Mucho menos una ya anquilosada industria cinematográfica francesa, la cual buscaban imperiosamente dejar atrás.
La juventud marginal, se esboza en primer plano. En escenarios naturales que acentúan de manera más severa el claro-oscuro. Son niños y ya los sentimos perdidos o mejor, abandonados a su suerte. Antoine llega al hogar y espera ahí serenarse, pero también deberá huir, también allí todo es más urgente, y para los adultos la cuota de responsabilidad consabida, se cumple con enviarlos a la escuela y darles alimento. El resto no viene en el paquete. Lo demás se ira en cada uno hacer su vida, en ir el domingo a las carreras o en olvidar todo, quizás con un amante.
Buscaban ellos la ruptura de ciertas ataduras que les permitiesen el contacto directo con historias nacidas desde el vientre creativo. Exclamaciones de todo orden moral, desde los distintos puntos y latitudes. Era experimentación y descubrimiento, pues las calles se abrían llanas a sus miradas y compartían con ellos sus secretos. Las recorrieron muy bien Truffaut tanto como Godard, en distinto orden: el primero les supo sonsacar virtudes y miserias y el segundo las destruyó para aprender a mirarlas. Paradójico tiempo después ambos discurrieron por veredas distintas.
Y la de Doinel una suerte que se decide siempre corriendo, con Paris como testigo y cárcel, como cómplice y traidor. Pues aprende a seguirlo sin estar nunca de su parte. Antoine escapa de su casa y la ciudad no se vuelve nunca un hogar pues siempre genera desconfianza, aunque le alimente. Porque lo encierra, y por que lo ve siempre abandonado ante la mano que cree en el severo castigo como panacea, y como educación la autoridad a rajatabla e infranqueable. Truffaut nos hace bajar hasta lo más bajo, y aun allí sentimos en Doinel la ternura de un simple niño al que la malicia y el postergamiento hieren y lastiman, pero nunca aniquilan. Pero dañan, incluso las fibras más profundas y su llanto entre las sombras de las rejas es el nuestro, su mirada la nuestra, la del adiós a la ciudad. Truffaut busca la libertad y la consigue en la nueva ola, Antoine la persigue y la encuentra en el mar y más aún en la soledad con que lo observa, aunque quizás esa mirada final sea una continuación de esa búsqueda. Por eso nos duele tanto, porque entendemos que no termina aún sino que recién comienza.
(*) Oficialmente la nouvelle vague da inicio con “El Bello Sergio” film de Claude Chabrol (1958); sin embargo es difícil desligar; por fuerza y realismo, la historia de Truffaut, de la primigenia de la nueva ola.
Escrito por Daniel Anteparra Osorio.
Filmografía de Francois Truffaut:
-Las visitas, 1955
-Los cuatrocientos golpes, 1959
-Escurrir el bulto, 1961
-Jules y Jim, 1961
-Antoine y Colette, 1962
-Farenheit 451,1966
-La novia vestía de negro, 1967
-Besos robados, 1968
-La sirena del Mississippi, 1969
-El pequeño salvaje, 1969
-Domicilio conyugal, 1970
-Las dos inglesas y el amor, 1971
-Una chica tan decente como yo, 1972
-La anoche americana, 1973
-Diario íntimo de Adele H, 1975
-La habitación verde, 1978
-El amor en fuga, 1979
-El último metro, 1980
-La mujer de al lado, 1981